Artículo acerca de la Doctora Villares en Quality Clinic Febrero 2013

Les mira directamente a los ojos cuando entran en consulta, observa con qué grado de firmeza estrechan su mano cuando les saluda y, para que no haya, desde el principio, ninguna duda de que se acaba de establecer una relación entre iguales, se sienta a su lado en el mismo lado de la mesa. Nunca enfrente.

Muy intuitiva y empática, brillante como profesional y apasionada de la Medicina Estética, exigente y tenaz, femenina con mayúsculas y declaradamente presu- mida, mujer con una especial sensibilidad para detectar y calmar el dolor emocional ajenoMaría José Villares es, antes que doctora, lo más cercano a un amigo, tratado “siempre con respeto”…

Y al mismo tiempo, confidente, consejera y paño de lágrimas, lo más parecido a una psicóloga, nada ortodoxa, porque sabe que si no obtienes la confianza de la persona, lo único que puedes tratar son los cuerpos.

Ella no. Ella es médico y pionera de un mundo nuevo, un mundo donde los títulos y las carreras no se utilizan para marcar distancias, para establecer diferencias. Un mundo en el que sólo existen personas a las que ayudar y una Medicina Estética que no conoce el sambenito de frívola, prejuicio que la Dra. Villares detesta, ya que la conciencia colectiva ha evolucionado lo suficientemente para ver más allá, para darse cuenta de que detrás de cada imperfección estética anida el sufrimiento, se esconde un complejo.

Tal y como ella la vive, la Medicina Estética es mucho más que una peregrinación superficial hacia la belleza. Es búsqueda integral de la armonía, recuperación de la autoestima, un camino de confianza y compromiso, de complicidad entre ella y sus pacientes, cuyo final recuerda a la felicidad.

Y todo porque descubrió su vocación médico-estética a mitad de la carrera de medicina tras caer en la cuenta de que su especial sensibilidad, su femenino volcado con los demás, no podría soportar el enfrentamiento al dolor ajeno por caminos convencionales. Así fue como eligió hacerlo con vocación de aportar bellezade calmar otro tipo de dolor, invisible y sin embargo cierto: el dolor emocional y la tristeza de no sentirse bello.

Y, a la postre, nacida en Valladolid, encontró su senda a la estela de su progenitor, Manolo Villares, persona clave en su vida y gallego de Santiago de Compostela, el cual fue registrador de la propiedad y que hoy, con 88 años, padece Alzheimer. La encontró cuando, a los nueve años, la familia se trasladó a la ciudad de A Coruña, donde “me hice más responsable y más estudiosa por agradar más a mi padre”.

El “carácter introvertido, la bruma y la lluvia” hicieron el resto: descubrió dentro de sí a la doctora que llevaba dentro sin saberlo todavía. Descubrió la alegría de ver orgulloso a su padre. Descubrió la infinita satisfacción de proporcionar felicidad a los demás.

Ese descubrimiento marcó su vida para siempre al ser consciente de su poder extraordinario, casi mágico, para embellecer las vidas.

Como una meiga.

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