Congreso Internacional 2015 en Montecarlo
Recién llegada del Congreso Internacional en el principado de Mónaco.
La verdad es que me costó subir al avión pues teníamos muy reciente la tragedia aérea ocurrida esa semana. Una compañera, al entrar al avión, se dirigió al personal de cabina y les dijo que estuvieran tranquilos, porque la mayoría de los que viajábamos éramos médicos y, por si pasaba algo, allí estábamos. Acto seguido, y por instinto, miré a la cara a los pilotos que iban en su cabina. Sin quererlo, ahora resultaba más tranquilizadora su imagen que el propio avión.
Recordaba también que mi hermana me había mostrado la foto de un amigo suyo con quién había estado cenando hacía dos días y que había ido en ese avión accidentado. Como el resto de los pasajeros, este chico estaba “apuntado” en la lista de los fallecidos que tenían que volar más allá de las estrellas. He de confesar que durante el vuelo me relajó mucho rezar por todos ellos y sus familias.
Una vez en tierra, no quedaba otra que aprovechar el congreso. Encontré un ambiente fantástico, reciclaje de conocimientos, intercambio de experiencias en conversaciones de materias interesantes y momentos de convivencia inolvidables. Tiempo para “todo un poco”: convivir, aprender, reír, bailar, animar e incluso cantar en el autocar de los transportes al hotel como cuando íbamos al cole.
La mente es maravillosa, y hay que cuidarla activándola y relajándola de vez en cuando. Pero muchas otras veces, esa mente que nos lo da todo puede ser tan compleja y vulnerable que en un instante también nos puede quitar todo. Poco pudiéramos haber hecho si nos hubiera tocado esa persona en el tristemente famoso vuelo, pero quizás nos sirva para que, desde nuestro papel como médicos, tengamos más presente lo importante que es escuchar de verdad y ayudar más, si cabe, a aquellas que puedan tener cualquier transtorno psiquiátrico y apoyarlo en sus terapias como parte de la medicina preventiva necesaria.
Gracias “compis” por este grato viaje.
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