A la Playa sin complejos
Leía que, hace unas semanas, se organizó un desfile en traje de baño protagonizado por doce mujeres que habían sufrido la extirpación del pecho por causa de un cáncer de mama. El evento consistía en animar a las mujeres afectadas por esta enfermedad, a disfrutar de las playas y del verano sin complejos.
Estas noticias siempre me hacen pensar. Yo es que tengo la virtud o el defecto de darle muchas vueltas a las cosas. Me he remontado a mis 14 años, en mi plena adolescencia, con un carácter rebelde por la edad, extrovertida, y presumida. Me diagnosticaron una malformación en la columna, que conllevaba un tratamiento de dos años llevando un corsé (de aquellos de estructura de acero y tornillos, desde el cuello hasta el pubis). Para rematar; ortodoncia y acné por toda la cara. En el colegio me llamaban “La Robot”. La verdad, siempre que lo hablo con mis pacientes o mis hijos, les digo que aquella experiencia marcó un antes y un después.
Me gusta transmitir mis experiencias a los demás, porque de todo se aprende. De la rebeldía de la adolescencia pasé al llanto, pero también pasé a ser más reflexiva. Como no podía hacer gimnasia (que me encantaba) y tuve que adaptarme a las nuevas circunstancias, ocupando el tiempo en leer y estudiar. El sufrimiento, si lo llevas al final con alegría, te hace madurar, y yo me hice mujer muy rápido. Entrené mi cerebro, me volví más responsable y luchadora. Mi personalidad se volvió más fuerte. Esa lucha de juventud jugó a mi favor. Los chicos se fijaban en mí por lo que era. Todavía con los hierros tuve mi primer novio. Yo no tenía ningún complejo y aprendí a bailar algunos pasos del musical “Grease” siendo “La Robot”. Incluso me hacía diseños con telas para ajustarlos a mi aparato ortopédico para crearme una imagen más alegre y desenfadada. Esto era un aliciente que me ilusionaba.
Por eso cada año, cuando se aproxima el verano y llega la hora del bañador, algunas pacientes me comentan que ya no van a la playa porque no se sienten bien. Y lo peor del caso es que generalmente esto es porque se comparan con los que tienen a su alrededor. Si estuviéramos en una isla desierta se acabarían los miedos al “que dirán” de nuestro físico. El apoyo de nuestras parejas también es importante. Creo que no hay que dramatizar y pensar más en disfrutar con los nuestros.
Intento mejorar cada día la mayoría de las imperfecciones estéticas de los pacientes, pero la perfección estética no existe, y si no somos capaces de asumirlo, el problema lo tenemos en nuestra cabeza.
Cada uno debemos sacarnos partido de cómo somos. Intentemos elegir el bañador y la vestimenta que nos guste adaptados a nuestro cuerpo. Yo para no verme tan blanca suelo ponerme protección solar con color y brillo y gafas de sol. Elige colores que te gusten y que te den seguridad al mismo tiempo.
Quiérete, mímate y si te agobias entra en el mar, cierra los ojos, e imagínate en tu isla desierta.
Disfruta y sé feliz.
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